Sus primeros cuadros en Ecuador, realizados por los años 1950, relatan sus experiencias en el campo de concentración: la angustia y la soledad, el alambre de púas, la triste procesión de mujeres caminando tal vez hacia las cámaras de gas, pero también sus plegarias que le ayudaron a sobrevivir al horror, así como la esperanza de libertad y de una vida nueva.