La sociedad líquida está en cambio constante, lo que genera una angustia existencial, donde parece no haber sentido cuando se trata de construir nuevas cosas, ya que el tiempo y la propia modernidad impulsarán su desintegración. Así nos encontramos como raza humana navegando los mares de la incertidumbre, sin saber cómo estará la economía mañana, si estallará una crisis o no, si contaremos con trabajo, si formaremos una familia, etcétera.
Los líquidos y los gases tienen la cualidad de la fluidez, que los distingue de los sólidos porque son elementos con forma definida y fija, mientras que los primeros sufren continuos cambios y no conservan con facilidad su forma. En este sentido, las “cosas líquidas” no se atan de ninguna forma al espacio ni al tiempo, son libres de fluir por donde quieran, pero siempre de manera momentánea. Los sólidos claramente no cuentan con la libertad de fluir y no se desplazan con facilidad, son fijos y tienen una forma definida y son perdurables: sí ocupan un espacio y un tiempo.