Lemm se inclinó por la idea de un no rotundo a la violencia, producto de la guerra entre hermanos, o de cualquier otro tipo, él, que también había sido militar, lo podía traducir a imágenes mediante un fusil con bayoneta sin calar y un sable envainado, colgados de sus correas, en señal de abandono, y presidiendo a sus pies un cañón desmontado de la cureña.