Cuando vi por primera vez aquel chaleco en los grandes al- macenes X, lo dejé a un lado inmediatamente. Me hubiera gus- tado un chaleco marrón, también hubiera valido beis o, si no ha- bía otra alternativa, incluso azul. Pero de mi talla sólo tenían el rojo.Fue a finales del otoño de 2005, yo tenía poco tiempo para andar buscando por otras tiendas, pues estaba en la fase final del proyecto de un libro. Y como el anticipo de la editorial se me es- taba terminando, tampoco tenía dinero para comprarme un cha- leco de marca. Se acercaba el largo invierno, durante el cual, para acabar el libro, iba a tener que pasar entre ocho y diez horas dia- rias delante del ordenador, en mi fría habitación. Si no quería quedarme congelado en mi silla de oficina, era preciso hacer algo. Así pues, tras dos visitas a los grandes almacenes y una rebaja en el precio, me lo llevé.