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EL SEÑOR DE LAS MOSCAS - Coggle Diagram
EL SEÑOR DE LAS MOSCAS
Homógrafos
–Supongo que necesitaremos saber los nombres de todos –dijo el gordito– y hacer una lista. Deberíamos tener una reunión.
–¡Eh –decía–, aguarda un segundo!
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Homófonos
Segundos después, los gruñidos del otro quedaron detrás de él.
Se sostenían frente a la luz del sol o se inclinaban o descansaban contra ella, y sus verdes plumas se alzaban más de treinta metros en el aire.
–Oye, perdona que haya tardado tanto. La fruta esa...
Lo de allá fuera, en el mar, es un arrecife.
–Supongo que necesitaremos saber los nombres de todos –dijo el gordito– y hacer una lista. Deberíamos tener una reunión.
Se adivinaba ahora, por la anchura y peso de sus hombros, que podría llegar a ser un boxeador, pero la boca y los ojos tenían una suavidad que no anunciaba ningún demonio escondido.
Sinónimos
–¿Dónde está el hombre del megáfono? El muchacho rubio sacudió la cabeza. –Estamos en una isla. Por lo menos, eso me parece. Lo de allá fuera, en el mar, es un arrecife. Me parece que no hay personas mayores en ninguna parte.
El muchacho rubio miró hacia el arrecife con los ojos entornados. –Todos los otros chicos... –siguió el gordito–. Alguno tiene que haberse salvado. Se habrá salvado alguno, ¿verdad?
Se abrió camino hasta el borde de la plataforma, del lado del océano,y allí se detuvo a contemplar el mar a sus pies.
Acarició suavemente el tronco de palmera y, obligado al fin a creer en la realidad de la isla, volvió a reír lleno de gozo y a saltar y a dar vueltas. De nuevo ágilmente en pie, saltó a la playa, se dejó caer de rodillas y con los brazos apiló la arena contra su pecho. Se sentó a contemplar el agua, brillándole de alegría los ojos.
Antónimos
Por su edad –algo más de doce años– había ya perdido la prominencia del vientre de la niñez; pero aún no había adquirido la figura desgarbada del adolescente.
La costa apareció vestida de palmeras. Se sostenían frente a la luz del sol o se inclinaban o descansaban contra ella, y sus verdes plumas se alzaban más de treinta metros en el aire. Bajo ellas el terreno formaba un ribazo mal cubierto de hierba, desgarrado por las raíces de los árboles caídos y regado de cocos podridos y retoños del palmar. Detrás quedaban la oscuridad de la selva y el espacio abierto del desgarrón.
Ralph salió bailando al aire cálido de la playa y regresó imitando a un bombardero, con las alas hacia atrás, que ametrallaba a Piggy.