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El tiempo y el espacio en la didáctica de las ciencias sociales - Coggle…
El tiempo y el espacio en la
didáctica de las ciencias sociales
El tiempo cronológico: panorámica histórica de nuestras
medidas
Joan Pagès, la cronología no equivale automáticamente al tiempo social o histórico.
El tiempo cronológico es previo y soporte necesario para cualquier construcción del tiempo social o humano
.
J.F. Fayard, creemos que ignorar la cronología y hacer historia sin fechas ni periodizaciones y sin una construcción de estratos temporales sucesivos en los que situar los hechos, es condenarse a confundirlo todo y a no comprender nada.
En la escuela, hay que enseñar el tiempo civil de la propia cultura, desde la lectura del reloj a la utilización del calendario, antes o simultáneamente.
Los aprendizajes de los rudimentos de los tiempos civiles potencialmente se pueden aprender mejor si se dotan de significado o de espesor humano, de un campo o lugar donde esta medida se pueda revestir de relato o tenga parcialmente un sentido.
El tiempo cronológico nace del tiempo histórico. Y el tiempo cronológico, a su vez, ayuda a los historiadores a percibir los diversos tiempos propios de la historia.
La cronología, efectivamente, tiene su historia, de manera que los nombres y maneras actuales de medir el tiempo se explican por las necesidades, mentalidades y posibilidades de determinadas civilizaciones anteriores de las que somos herederos y con las que hemos establecido esta continuidad particular.
El tiempo civil es el heredero de la definición aristotélica: «medir el movimiento según el antes y el después.»
Del Sol y de la Luna
La necesidad de medir el tiempo de una manera regular probablemente se reveló como una necesidad de subsistencia.
En la Prehistoria había que explicar o prever los ciclos de los vegetales que se recolectaban, los movimientos del animal que cazaban, la llegada del frío, etc.
Con la progresiva extensión de la agricultura y la ganadería esta necesidad se hizo más penetrante
Con la aparición de las primeras sociedades complejas y las primeras imposiciones fiscales el dominio de algún tipo de calendario fue absolutamente necesario a fin de poder conocer y exigir el momento concreto del pago de los impuestos.
Las primeras medidas del tiempo que afectan al mundo occidental y de las cuales tenemos noticia proceden de la Antigüedad clásica (s. VIII-s. V a.C.) y preclásica
(egipcios, hebreos, caldeos, babilonios, helenos, romanos...).
Estas primeras medidas cronológicas nacieron, obviamente, de la observación de los movimientos de los dos astros que se podían ver con más frecuencia y nitidez: la Luna y el Sol.
Los antiguos egipcios, que fijaron el paso del tiempo sobre el movimiento aparente del Sol.
Los hebreos y los helenos o griegos, establecieron calendarios lunares.
Nuestro sistema cronológico actual, así como la fijación y movimiento de algunas de nuestras fechas emblemáticas (Navidad, Semana Santa,
Pentecostés...) proceden de la combinación de los dos tipos de calendarios sobre
la base del solar
El calendario islámico y el judío se basa en los ciclos lunares.
El día y el año
La primera sucesión de tiempo observada por los humanos fue la de los días y las noches.
La observación del movimiento del Sol. Según su movimiento aparente, este astro sube y desciende regularmente en el cielo según la época del año.
Muy pronto se advirtió que entre los dos movimientos consecutivos de su máxima altura (momento llamado cenit), fenómeno que tiene lugar el 21 de junio, transcurrían un número constante de días: 365 y cuarto.
Fueron los egipcios de los tiempos faraónicos los primeros en adoptar este calendario solar
El mes
La idea de mes nació, por el contrario, de la observación de los movimientos de la Luna y de sus regularidades.
Cada 29 días y medio se producía una lunación entera, es decir, la Luna crecía, llegaba a la plenitud (luna llena) e iba decreciendo hasta desaparecer (luna nueva o novilunio).
El calendario lunar, adoptado por hebreos y griegos, permitió dividir el año en 12 lunaciones o meses de 29 y 30 días alternativamente que sumaban 354 días.
El año lunar y el solar no coincidían, ya que tenían una diferencia de once días y tres cuartos.
En la Antigüedad surgieron los primeros intentos de hacerlos coincidir. Esto fue posible cuando se advirtió que cada 19 años solares se repetían en el mismo orden y fechas las lunas nuevas o novilunios. A base de la intercalación de diversos ciclos como los que propusieron los griegos
Clostrato (c. 500 a.C.),
Hiparco (c. 145 a.C.)
Los hebreos desde el año 388 d.C.,
Metón (c. 432 a.C)
Coincidencia que nunca llegó a ser exacta del todo hasta la reforma propuesta por el Papa Gregorio XIII en 15827 .
El año y los meses actuales en Occidente
El año actual y los nombres de sus meses derivan del calendario de los antiguos romanos.
La primera división anual romana, míticamente atribuida a Rómulo, uno de los dos fundadores de Roma, era de carácter lunar y se dividía en 10
meses de 30 y 31 días respectivamente.
No les coincidía con el año solar así que añadían de vez en cuando un undécimo mes para hacerlos concordar.
sustituyeron el año lunar por otro año de doce meses en el que se añadió al final enero y febrero
El año 45 a.C. Julio César (100-44 a.C.) impulsó un cambio de calendario para ajustar bien los meses con el año solar bajo la guía del astrónomo Sosígenes (s. I a.C.).
Como el año solar de hecho dura 365 días y cuarto, se estipuló que cada cuatro años el mes de febrero tendría un día más.
Este sistema fue removido por el emperador Augusto (27 a.C.-14 d.C.), que, creyendo que el mes sextilis (agosto) era el mes de la suerte quiso que se lo dedicasen. De aquí viene el nombre de agosto (Augusto).
Había tres meses seguidos de 31 días (julio, agosto y septiembre). Para evitar esta serie de meses de 31 días, septiembre y noviembre se redujeron a 30 días y diciembre pasó a tener 31.
Astrónomos se habían dado cuenta de que el calendario juliano vigente no acababa de coincidir con el solar. Esto era debido al hecho de que el año solar era en realidad ligeramente más corto de los 365 días y (6 horas) que se contaban.
Al calendario juliano modificado en el siglo XVI se le dio el nombre del Papa Gregorio XIII (1572-1585) y por esto es conocido como calendario gregoriano.
La semana
los egipcios, los griegos y los babilonios dividían el mes en periodos de 10 días.
Para los hebreos el número siete era sagrado ya que, según los mitos de los orígenes relatados en la Biblia, Dios creó el mundo en seis días y el séptimo descansó.
Los nombres de los días de la semana derivan de los astros y planetas que configuraban el imaginario del espacio, imagen que duró hasta la época de Copérnico (1473-1543).
El orden de los días de la semana no coincide con el orden de los planetas. La explicación se encuentra en la creencia grecorromana de que los planetas regían o dirigían las horas del día, así como los días de la semana y que cada día estaba asociado con el planeta que «regía» su primera hora.
La hora
La palabra hora deriva del término griego ora, que designaba un espacio indeterminado de tiempo inferior al día y que tenía también un origen mítico.
Durante la Edad Media y la Moderna, al menos en catalán, la palabra
hora podía significar simplemente intervalo de tiempo.
El origen de nuestra división del día en veinticuatro horas se remonta al Egipto faraónico.
Los egipcios, a través de relojes de sol dividieron la parte diurna del día en diez unidades a las que añadían dos horas crepusculares (a la salida y a la puesta del Sol respectivamente).
--La división del día en veinticuatro horas había nacido.
Más adelante los babilonios, que contaban matemáticamente con la base sexagesimal y no con la decimal, dividieron la hora en unas primeras sesenta partes (los minutos) y a cada uno de éstos en unas segundas sesenta partes (los segundos).
Pero no fue hasta la Conferencia Internacional de la Hora (1912) cuando se adoptó el sistema de husos horarios (división de la Tierra en 24 espacios de 15º con una hora asignada a cada huso) a partir del meridiano de Greenwich.
El tiempo histórico
El siglo XX, se inicia con una concepción positivista.
El eco del platonismo, aunque sea en otro contexto, y en otro modelo, no deja de sorprender.
El positivismo
Hasta el principio del siglo XX la idea de tiempo histórico era prácticamente sinónima de la de tiempo cronológico.
La historia, en definitiva, no era otra cosa que una única concepción lineal de hechos o acontecimientos que había que fijar con precisión a través de la cronología.
La visión del tiempo, de sentido lineal, único y progresivo, es la que se ha denominado «positivista» o historizante
El historiador francés L. Halphen: Es suficiente en cierta manera dejarse llevar por los documentos, leídos uno detrás de otro tal como se nos ofrecen, para ver cómo se reconstruye la cadena de los hechos casi automáticamente.
El aprendizaje de la historia en la escuela, estaba constituido fundamentalmente por un relato de hechos políticos, encarnados en personajes y encadenados por fechas precisas.
«saber historia» equivale a demostrar un dominio memorístico preciso de los hechos concretos correctamente fechados. La explicación apenas si es necesaria: como un hecho sucedió antes que otro, el primero explica al segundo.
Braudel: la historia tradicional o positivista de fechas y hechos o de hechos fechados en orden, es sólo la corteza de la realidad social, el tiempo del periodista, el tiempo corto, el tiempo del acontecimiento, un tiempo engañoso que explica poco o nada de los movimientos históricos.
Braudel denomina tiempo medio o coyuntura al tiempo que explica más los movimientos históricos que el corto. En algunos aspectos esta dimensión temporal no está tan presente en la memoria consciente de los habitantes como explicación o causa de los hechos históricos que han vivido.
el tiempo cronológico ordena, sitúa y organiza (es un tiempo de sucesión)
El conocimiento de los estratos temporales resulta clave para la comprensión de la historia.