Los monasterios o abadías eran lugares de oración en los que vivían los monjes y las monjas. Existían diferentes órdenes religiosas y cada una tenía una regla, es decir, un conjunto de normas que establecían su organización, las obligaciones de sus miembros y el horario de las actividades cotidianas. Durante la Edad Media la regla más importante fue la de San Benito.
Aunque los monjes y monjas se dedicaban principalmente a rezar, también labraban el huerto ayudados por numerosos siervos, que dependían del abad o abadesa.
Los monasterios eran también centros de cultura, pues los monjes copiaban manuscritos a mano en la biblioteca y los decoraban con pequeñas ilustraciones llamadas miniaturas.
Únicamente los clérigos y unos pocos laicos, sabían leer y escribir.
Las construcciones de estos monasterios eran muy complejas. Constaban de: Iglesia, donde los monjes y monas rezaban varias veces al día; el claustro, donde se retiraban a meditar mientras paseaban; refectorio o comedor; sala capitular en la que se reunían los monjes; la hospedería, donde dormían los peregrinos; la biblioteca; los huertos