Además era fundamental surtir a la ciudad más importante con minerales. Dichos llegaban a partir de algunas piezas del Imperio: hierro, cobre y estaño a partir de Inglaterra, Oro y plata a partir de España, sal a partir de Austria. Además se compraban artículos de lujo, que solo estaban al alcance de los más ricos: se traía seda a partir de la lejana China, algodón y pimienta a partir de India, vidrio de Fenicia, marfil y animales salvajes a partir de África.