Si no hubiera en el orden de la naturaleza ningún cambio o movimiento, sea éste externo a nuestros sentidos, o bien interno (experiencias de la propia alma como los pensamientos que se van sucediendo en ella, las imaginaciones o fantasías y los sentimientos que son y dejan de ser) parece que el tiempo no sería perceptible, y que, por tanto, o no existiría o no sabríamos que existe.