El habla era concebida en estrecha ligazón con el significado, mientras que en la escritura las marcas físicas pueden estar divorciadas de la persona que las produjo. La
escritura opera por lo común de manera diferida, en ausencia del hablante, y a veces incluso anónimamente, ajena a cualquier autor. Para Derrida las características que se atribuyen al habla (y fundamentalmente la polisemia) atañen a todo signo; su «gramatología» erige una propuesta abierta a una teoría general de la escritura.
Derrida distingue différence, relativa a la alternancia, a la diferencia; de différance, que en francés se pronunciaría igual (subrayo la querencia del autor por explotar las letras
mudas, no perceptibles en el habla), derivada del verbo latino differo: esparcir, diseminar (vid. Adamson, 1993). Cada elemento presente remite a otra cosa distinta de sí mismo, al tiempo que conserva la marca del elemento pasado y se deja ya señalar por la marca de su relación con el futuro. Todo signo difiere, aplaza su significado.