. El Infierno: El infierno es una posibilidad gracias a nuestra libertad. Dios nos hizo libres para amarlo o para rechazarlo. Si el cielo puede ser representado como un gran tamiz donde todos viven en plena comunión entre sí y con Dios, el infierno puede ser visto como soledad, división y ausencia del amor que genera y mantiene la vida. Dios no condena a nadie al infierno. Es nuestra opción fundamental, que va ser formada a lo largo de toda la vida, por nuestros pensamientos, actos y omisiones, que confirma o no el deseo de estar con Dios para siempre. De cualquier forma, no se puede usar el infierno para convencer a las personas a creer en Dios o a vivir la fe. Eso favorece la creación de una religiosidad infantil y puramente exterior. Se debe privilegiar el amor y no el temor. Solo el amor mueve los corazones y nos hace adorar a Dios y amar al prójimo en espíritu y vida.