El estrés, sobre todo en situaciones extremas de falta de control y salidas, ocasiona una serie de cambios. Desde el punto de vista cognitivo, esto implica la creencia de que no hay control o salidas bajo ninguna circunstancia en la indefensión aprendida. A nivel afectivo, hay anhedonia; en el aspecto de la conducta, un retraso psicomotor. A nivel neuroquímico, tal vez se den alteraciones en las señales de serotonina, noradrenalina y dopamina. Psicológicamente, hay alteraciones en el apetito, las pautas de sueño y la sensibilidad del sistema glucocorticoide a la regulación de la realimentación. A esta serie de cambios la llamamos, de forma colectiva, una depresión profunda.