La objetivación implica que el hombre es capaz de olvidar su autoría del mundo humano y, lo que es más, que la dialéctica, o contraposición, entre el hombre como productor y sus productos se pierde en la conciencia. El mundo objetivado es, por definición, un mundo deshumanizado. El hombre lo experimenta como una extraña facticidad, como el trabajo de otro un (opus alienum), sobre el que solo tiene control, como un trabajo de su propia actividad productiva (opus proprium).