El fenómeno “siempre lo supe” no sólo puede hacer parecer los hallazgos de la ciencia social como sentido común, sino que también llega a tener consecuencias perniciosas. Lleva a la arrogancia, a una sobreestimación de nuestras capacidades intelectuales. Incluso, puesto que los resultados aparecen como predecibles, nos sentimos más inclinados a culpar a quienes toman las decisiones, por lo que retrospectivamente son elecciones “obviamente” malas, más que a elogiarlos por las buenas que también parecen “obvias”.