El placer, para el epicureísmo, no debía conformarse al cuerpo, como preconizaba el hedonismo cirenaico, sino que debía ser también intelectual. Además, para Epicuro la presencia de placer o felicidad era un sinónimo de la ausencia de dolor o de cualquier tipo de afición: el hambre, la tensión sexual, el aburrimiento, etc. Era un equilibrio perfecto entre la mente y el cuerpo que proporcionaba la serenidad o ataraxia.
Poggio Bracciolini, Lucrecio, Lorenzo Valla, Francesco Fielfo, Cristoforo Landino, Leonardo Bruni
-