La familia debe preocuparse por los hijos, hablando con ellos y escuchándolos. Tiene que estar pendiente de los posibles síntomas: nerviosismo, falta de apetito, insomnio, bajo rendimiento escolar, fobia escolar, etc. Supervisar sus conductas: observando qué hace, adónde va, con quien juega, qué juega, cuáles son sus intereses, proyectos, etc. Educarlos para controlar las emociones, para comportarse con los demás, para convivir con otros. Según los expertos en acoso escolar, la ausencia de reglas, la falta de supervisión y de control razonables de la conducta de los hijos fuera del colegio, de lo que hacen y con quién van, una disciplina demasiado dura, la falta de comunicación y la ocurrencia de tensiones y de peleas en la familia pueden llevar a que los hijos adquieran conductas agresivas.