Durante décadas, México ha mantenido un poder legislativo, que está sujeto a la identificación partidista del poder ejecutivo y el poder legislativo. A nivel federal y local, esta condición restringe la acción independiente y soberana del poder legislativo, haciendo ineficaces la descentralización y el federalismo.
La productividad legislativa y la dinámica parlamentaria nos permite señalar claramente que, en el largo período de hegemonía del PRI, la productividad legislativa es baja, pero el reconocimiento de las medidas administrativas es alto. En el caso de un gobierno dividido, el Congreso aumentó la productividad legislativa sin debilitar la productividad del poder ejecutivo. Sin duda, la diversa composición de los congresos locales fortaleció sus funciones de deliberación, indagación y representación por parte del pueblo frente al primer ejecutivo.