Señala que entre maestros y padres de familia existe la creencia generalizada de que muchos niños, que en realidad presentan este trastorno, son flojos, traviesos o desobedientes, y , por tanto, no buscan una ayuda profesional, lo cual los pone en alto riesgo de fracaso escolar. La falta de tratamiento y manejo adecuado del síndrome hace que muchos padres y educadores quieran controlar la conducta de los niños por medio de agresión física y castigos añadiendo efectos negativos de tipo emocional a los problemas escolares.