Como el de San Juan de Ulúa (Veracruz, México), que capitularía un año después. Aún más tarde, en 1826, lo harían las tropas de Chiloé, en Chile, y las de El Callao, en Perú. No obstante, la inestabilidad producida por la guerra estaba lejos de concluir.
Le sucedió la turbulencia de las nuevas repúblicas, marcadas por las guerras civiles, el caudillismo militar y el desastre económico.