La tradicional soberanía interna operativa del Estado se está viendo modificada y reducida por los ámbitos subestatales, entre los que destacan, en primer lugar, las regiones, que desde los años ochenta han ganado un creciente protagonismo, y, en segundo lugar, lo que Saskia Sassen (1991) denomina ciudades globales, que son las grandes metrópolis como Nueva York, París o Londres y, en el caso español, Madrid o Barcelona.
No obstante, debemos destacar que el Estado, más que una víctima del proceso de
globalización, es un agente que participa activamente en el mismo (Weiss, 1997: 20-23).