La libertad y la democracia se utilizan a menudo indistintamente, pero ambas no son sinónimos. La democracia es, en efecto, un conjunto de ideas y principios sobre la libertad, pero también consiste en un conjunto de prácticas y procedimientos que se han ido moldeando a lo largo de una larga y a menudo tortuosa historia. En resumen, la democracia es la institucionalización de la libertad. Por esta razón, es posible identificar los fundamentos probados por el tiempo del gobierno constitucional, los derechos humanos y la igualdad ante la ley que cualquier sociedad debe poseer para ser llamada propiamente democrática.