La psicologìa se relaciona con otras áreas de la ciencias bajo ciertas generalidades básicas o cuyas bases de conocimiento comparten:
1) Se trata de áreas de actividades, cultivadas o relacionadas con la vida de individuos o grupos, que tienen una serie de rasgos, más o menos genéricos, definitorios, pero que entrañan siempre comportamientos definidos de personas, que ponen en juego unas ciertas capacidades mentales y comportamentales, y conllevan un cierto nivel de especialización.
2) Se trata, además, de campos en los que la actividad humana ha de hacer frente a problemas, en ocasiones resolubles, que implican situaciones terminativas de mayor o menor logro o satisfacción para el cliente.
3) En todos esos campos, están en juego elementos motivacionales – bien con carácter de motivación primaria, o bajo forma de incentivos individuales o sociales-, de suerte que el resultado de la adaptación que el cliente logre influirá directamente sobre el sentido de bienestar, logro, autorrealización o éxito, - o el de los valores contrapuestos. En la intervención psicológica está en juego el “bienestar mental, social y físico” del cliente, ese bienestar de que venimos hablando en todo este escrito. Se trata, en definitiva, de elevar su experiencia de ‘bienestar’ o ‘malestar’ ligada a modos de comportamiento perfectible, modificable y susceptible de cambio mediante una intervención técnica.
4) Todas las actividades humanas implican, de un modo u otro, la puesta en juego de capacidades biológicas, mentales o sociales; sobre muchas de ellas cabe influir mediante procedimientos técnicamente delimitados, definidos operacionalmente, y evaluados en cuanto a su mayor o menor eficacia, adecuación, y requisitos mínimos para su aplicación. De ahí que la intervención psicológica resulte en cierto modo coextensiva con la acción humana realizada en los más variados contextos.