Es una manera de hablar que los evangelistas ponen en labios de Jesús y que, antes que nada, subraya su condición humana: Jesús es un ser humano y vulnerable, un “hijo de hombre” que no tiene dónde reclinar su cabeza, que ha venido no a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate, que siempre anda tras los excluidos y pecadores buscando salvar lo que está perdido, un “Hijo de hombre” que, finalmente, será crucificado para resucitar en el tercer día.