El sistema de salud ha mantenido durante las últimas décadas un vínculo con las parteras, a quienes considera necesarias a la hora de mediar con las mujeres de las comunidades en el cometido de promover la salud materna, pero cuyos saberes y prácticas no dejan del todo de considerarlas inapropiadas y hasta riesgosas. Desde esta óptica, el rol que se les otorga es el de fungir como promotoras de la adherencia a las medidas de control médico del embarazo y el parto, tal y como estipulan las instituciones de salud en los espacios en los que operan, pero se han vuelto objeto de desconfianza por parte de muchas mujeres y, por tanto, evitan consultarlas.