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El adolescente y la libertad
Llevan a una nueva relación con los padres y con el mundo. Ello sólo es posible si se elabora lenta y dolorosamente el duelo por el cuerpo del niño, por la identidad infantil y por la relación con los padres de la infancia.
el adolescente se enfrenta en la realidad con el mundo del adulto, que al sentirse atacado, enjuiciado, molestado y amenazado por esta ola de crecimiento suele reaccionar con una total incomprensión, con rechazo y con un reforzamiento de su autoridad.
La pérdida que debe aceptar el adolescente al hacer el duelo por el cuerpo es doble: la de su cuerpo de niño cuando los caracteres sexuales secundarios lo pone ante la evidencia de su nuevo status y la aparición de la menstruación en la niña y el semen en el varón, que les imponen el testimonio de la definición sexual y del rol que tendrán que asumir, no sólo en la unión con la pareja sino en la procreación.
Sólo cuando su madurez biológica está acompañada por una madurez efectiva e intelectual que le permita su entrada en el mundo del adulto, estará equipado de un sistema de valores, de una ideología que confronta con la de su medio y donde el rechazo a determinadas situaciones se cumple en una crítica constructiva.
El adolescente provoca una verdadera revolución en su medio familiar y social y esto crea un problema generacional no siempre bien resuelto.
Es en este momento del desarrollo donde el modo en el que se otorgue la libertad es definitivo para el logro de la independencia y de la madurez del hijo.
Hasta hoy el estudio de la adolescencia se centra solamente sobre el adolescente. Este enfoque será siempre incompleto si no se toma en cuenta la otra cara del problema: la ambivalencia y la resistencia de los padres a aceptar el proceso de crecimiento.
En la adolescencia, una voluntad biológica va imponiendo un cambio y el niño y sus padres deben aceptar la prueba de realidad de que el cuerpo infantil está perdiéndose para siempre.
El adulto se aferra a su mundo de valores que con triste frecuencia es el producto de un fracaso interno y de un refugio en logros típicos de nuestra sociedad alienada.
El adolescente defiende sus valores y desprecia los que quiere imponerle el adulto, más aún, los siente como una trampa de la que necesita escapar.
El adolescente siente que debe planificar su vida, controlar los cambios; necesita adaptar el mundo externo a sus necesidades imperiosas, lo que explica sus deseos y necesidad de reformas sociales.
El adolescente busca la solución teórica de todos los problemas trascendentes y de aquellos a los que se verá enfrentado a corto plazo: el amor, la libertad, el matrimonio, la paternidad, la educación, la filosofía, la religión.
Todo este proceso exige un lento desarrollo en el cual son negados y afirmados sus principios luchando entre su necesidad de independencia y su nostalgia de reaseguramiento y dependencia.
La violencia de los estudiantes no es sino la respuesta a la violencia institucionalizada de las fuerzas del orden familiar y social.
“moratoria social” no es más que el contenido manifiesto de una situación mucho más profunda.
La dificultad del adulto para aceptar la maduración intelectual y sexual del niño es la base de esa pseudo “moratoria social”.
A más presión parental, a más incomprensión frente al cambio, el adolescente reacciona con más violencia por desesperación y desgraciadamente es en este momento decisivo de la crisis adolescente cuando los padres recurren por lo general a dos medios de coacción: el dinero y la libertad.
Son tres las exigencias básicas de libertad que plantea el adolescente de ambos sexos a sus padres:
La libertad en salidas y horarios, la libertad de defender una ideología y la libertad de vivir un amor y un trabajo.
Muchos padres de la generación del 30 se sienten “modernos” cuando les dan a los hijos la oportunidad de tener aventuras o cuando frente a la hija defienden una ideología que consideran revolucionaria: sin embargo la posición de ellos frente al amor no es la misma que la de la generación actual
Los padres necesitan saber que en la adolescencia temprana mujeres y varones pasan por un período de profunda dependencia donde necesitan de ellos tanto o más que cuando eran bebes,
Toda adolescencia lleva, además del sello individual, el sello del medio cultural, social e histórico desde el cual se manifiesta, y el mundo en que vivimos nos exige más que nunca la búsqueda del ejercicio de la libertad sin recurrir a la violencia para coartarla.
Es un momento crucial en la vida del hombre y necesita una libertad adecuada con la seguridad de normas que lo vayan ayudando a adaptarse a sus necesidades o a modificarlas, sin entrar en conflictos graves consigo mismo, con su ambiente y con la sociedad.