El lema que estuvo presente durante todo el Informe MacBride fue la solidaridad internacional. Para que las líneas de actuación y las recomendaciones de esta Comisión fueran efectivas, éstas debían ser apoyadas por el Sistema de Naciones Unidas y, concretamente, por la UNESCO. El informe se aprobó en 1980, una fecha en la que la revolución tecnológica favorecía a los países desarrollados y, sobre todo, a Estados Unidos. Los países desarrollados se sintieron ofendidos con la propuesta porque esta promulgaba el derecho de todos a acceder a las nuevas tecnologías y el derecho de todos a emitir cualquier tipo de información, hecho que mermaba los intereses económicos de los países desarrollados.