El análisis de los beneficios debe extenderse a un período futuro idéntico al adoptado para el estudio de los costos de operación del proyecto. Este, a su vez, debería corresponderse con la vida útil del proyecto. En muchos casos, el período de análisis se restringe, por razones de simplificación o para evitar períodos de proyección excesivamente largos, a un número de años menor al de la vida útil de las instalaciones o equipos. En estos casos se incorpora a los costos, con signo contrario, el valor residual de la inversión.
No obstante, puede ocurrir que dicho valor residual no refleje debidamente el potencial del proyecto para continuar generando beneficios por un período más prolongado. Si el valor residual se correspondiera exactamente con el valor descontado de la corriente remanente de beneficios luego del fin del período considerado, se estaría en la situación límite de indiferencia que admitiría la decisión de descontinuar el proyecto. En este caso, la inclusión del valor residual como un costo negativo sería suficiente y, además, una medida exacta para el correcto juzgamiento del proyecto sobre la base de los beneficios y costos ocurridos durante el periodo bajo análisis. Por el contrario, si los beneficios actualizados remanentes excedieran al valor residual, la evaluación del proyecto lo subvaloraría y daría resultados conservadores. Esto lleva a un replanteo del concepto del valor residual, concluyéndose en que es más rigurosa su medición sobre la base del descuento o actualización de los beneficios remanentes. Obviamente, esta forma de valorización sólo es posible cuando esos beneficios pueden proyectarse con cierto grado de verosimilitud.