En 1917, un año antes de que concluyera la Primera Guerra Mundial, Rusia se convirtió en el escenario de una lucha revolucionaria que culminaría con el derrocamiento del imperio zarista y la implantación de una república socialista que innegablemente inauguraba un nuevo modelo de Estado dentro de la historia política del mundo contemporáneo en general y del siglo XX en particular, hasta su disolución en 1989. Su trascendencia y desarrollo no se limitó a dicho espacio geográfico dado que, en el transcurso de ese periodo, tal modelo se proyectó o extendió hacia otros países, inicialmente en los de Europa del Este y un poco después en Asia, África y América Latina, aunque con sus propios matices.