La tienda estaba provista de muchos y variados objetos, todos extraños a los ojos de Krakus: garras de oso, uñas de gato, colas de lagartijas, polvo de alas de mariposas amarillas; collares y amuletos para la buena suerte, para cumplir los sueños, para combatir a los enemigos; velas de todos los colores; una colección de máscaras africanas, otra de China. Krakus desistió de mirar uno por uno aquellos extraños productos que se exhibían en vitrinas y anaqueles pero, por el rabillo del ojo, alcanzó a ver algo que aceleró su corazón.