La diferencia con respecto a practicar sexo es que el porno produce una especie de “inundación” de dopamina. La descarga excesiva de esta hormona puede producir desórdenes cardiovasculares, renales, estomacales o endocrinos, entre otros. Pero además, al producirse esta descarga, el organismo necesita volver a producirlas nuevamente, por lo que promueven la repetición de esta conducta y puede derivar en un círculo vicioso que lleve al individuo a perder la capacidad de gobernar su propio cuerpo.