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CAPÍTULO 3 PALACIOS Y VECINDADES PALACIO - Coggle Diagram
CAPÍTULO 3 PALACIOS Y VECINDADES
La riqueza que permitía mantener tal estatus procedía de tres fuentes básicas: la tierra, el comercio y los cargos públicos.
La propiedad territorial y el control de la mano de obra indígena fueron los primeros medios de acceso a lo que llamaremos la aristocracia virreinal.
Desde el siglo XVI la Corona emitió una serie de leyes que restringieron el poder de los encomenderos y fomentaron el desarrollo de una burocracia de corregidores y alcaldes a cuyas manos pasó el control de comunidades indígenas.
A fines del siglo XVII un poco más de un centenar de familias en toda la Nueva España acaparaba las tierras más fértiles.
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Al crecer la demanda de mercancías y los controles fiscales como la prohibición de comerciar con el Perú:
Los mercaderes buscaron vías de aprovisionamiento alternativas como el contrabando, lo que aumentó sus fortunas y sus pretensiones.
Durante varias décadas del siglo XVII el comercio tuvo que hacer frente a una profunda crisis, reflejo de la que vivía el sistema capitalista naciente en Europa.
Los comerciantes cumplieron también funciones de prestamistas y a ellos acudían a menudo los burócratas para conseguir dinero para comprar sus puestos.
A través de esto los mercaderes tuvieron acceso al control del poder y al mercado de las comunidades indígenas.
Con su riqueza, los comerciantes no solo pudieron comprar prestigio, también obtuvieron títulos y honores.
La mayor parte de los comerciantes era de origen peninsular: andaluces, santanderinos, vascos o judío-portugueses.
Algunos de estos comerciantes pronto ingresaron a las aristocracias territoriales por medio del matrimonio o por concesión del rey.
El tercer grupo privilegiado de lo que llamaremos la aristocracia estaba formado por los altos funcionarios
Las áreas de gobierno, justicia, hacienda y guerra tenían por cabeza al virrey, a los oidores y a otros burócratas nombrados desde España.
Felipe II convirtió la venta de cargos en un monopolio de la Corona y en un medio mas de enfrentar la bancarrota de España.
Para comprar el cargo muchos echaron mano de préstamos, lo que dio origen a corredores de cargos y a una gran corrupción.
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El fraude, la corrupción, la maledicencia y la avaricia se cubrían detrás de una máscara de honradez y piedad.
Pues se les había encomendado el papel de modelos sociales y dar buen ejemplo era su principal función.
El matrimonio fue el medio más efectivo para crear intercambios y alianzas entre los miembros de estas élites.
El padre de familia como representante del poder de una sociedad patriarcal, no solo tenía el derecho de elegir la pareja de sus hijos sino que decidía también su profesión y su vocación religiosa.
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El papel de la mujer aristócrata era el de una pieza en el juego de las relaciones y compromisos: matrimonio y convento, sus únicas opciones; recato, piedad y sumisión sus valores más preciados.
Sobre ella recaían las más pesadas cargas del cuidado del honor masculino, sobre todo si era soltera la conservación de la virginidad y una absoluta fidelidad a su marido.
Considerada como menor de edad la mujer no podía entrar a la universidad, ni ocupar cargos públicos y tenía restringidos sus derechos jurídicos.
Si era casada estaba sujeta a su marido, quien administraba los bienes de ella.
La mujer tuvo una fuerte presencia en la vida social, sobre todo en el ámbito que le era propio, el mundo doméstico.
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Lo único que necesitaba saber una mujer eran los secretos de la cocina y del bordado, los elementos básicos de la doctrina cristiana, las primeras letras, etc.
La ropa era no solo un signo de estatus, era algo valioso que se atesoraba y heredaba.
Algunas señoras ricas apadrinaban a los hijos de sus sirvientes para tener servidumbre asegurada de por vida.
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En las tertulias novohispanas funcionaron dos elementos de socialización que nos hablan de un intenso mestizaje de la cultura occidental con la indígena: el chocolate y el tabaco.
El virrey recién llegado escuchaba y maquinaba soluciones tanto públicas como personales, es conocido que muchos virreyes y virreinas utilizaron su cargo para hacer negocios y enriquecerse.
Muchos virreyes llegaban con buena disposición para dejarse untar con plata y plegarse a través del soborno, a los intereses de los poderosos novohispanos.
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Por el pecado de Eva, la Iglesia consideraba que la mujer era débil e inclinada al mal.
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