A esto se suma dos fenómenos identificados por Marx. El primero, el fetiche de la mercancía, que es aquella tendencia a dotar de un valor natural a los productos del trabajo escondiendo la relación de desigualdad que existe en la producción. Y, el segundo, la enajenación del trabajo, es decir, cuando el producto del trabajo del obrero termina siendo algo ajeno a el mismo a pesar de ser el quien lo ha producido.