A lo largo de nuestra vida necesitamos la atención para todo tipo de cosas. Desde niños aprendemos a centrarnos en unos estímulos ignorando otros de menor importancia. A veces somos capaces de recordar fácilmente un conversación que hemos tenido pero no somos capaces de recordar otros aspectos, digamos, secundarios: el lugar, la ropa de nuestro interlocutor, si hacía frío o calor. Otro ejemplo sería cuando debemos ser capaces de estar concentrados en algo durante un largo tiempo, incluso aunque sea aburrido, como puede ser una charla en clase o en el trabajo.