La enfermedad crónica y terminal de un miembro de la familia debe ser entendida como una experiencia traumática relacional. Es decir, el familiar, la igual que la persona que padece la enfermedad experimenta un “trauma”, y muestra signos de perturbación física, aislamiento y desesperanza y, probablemente, aunado a este cansancio y malestar, experimentará y afrontará la muerte de un ser querido.