Cuando nos comunicamos, y en particular cuando lo hacemos oralmente, empleamos ciertas palabras o expresiones que, aisladas, no tendrían sentido. “Entendieron lo que dije, ¿eh?”, “No me llames más, ¿me oyes?”, “Ey, tú no vas a ir con esa ropa para allá.” En estos ejemplos, las partículas eh, me oyes, ey, solo tienen sentido en el marco comunicacional inmediato; carecen de significado específico, pero aseguran al emisor que su comunicación esta llegando al receptor, que este sigue el hilo de su mensaje. La función fática nos asegura que el receptor sigue allí, que nos presta atención, que nos comprendió.