“Dios no reconoce distinción por causa de nacionalidad, raza o casta. Él es el Hacedor de toda la humanidad. Por la creación, todos los hombres pertenecen a una sola familia; y todos constituyen una por la redención. Cristo vino para derribar el muro de separación, para abrir todos los departamentos de los atrios del Templo, con el fin de que toda alma tuviese libre acceso a Dios. Su amor es tan amplio, tan profundo y completo, que lo compenetra todo. Arrebata de la influencia satánica a los que fueron engañados por sus seducciones, y los coloca al alcance del Trono de Dios, al que rodea el arco iris de la promesa. En Cristo no hay judío, ni griego, ni esclavo ni hombre libre” (PR 274).