América Latina no se sumó a la ola de globalización desde el principio porque insistió en sus políticas proteccionistas hasta la primera mitad de los años ochenta. En las posteriores reformas estructurales llevadas a cabo por los países de la región, una de las medidas es la apertura económica, que tiene como objetivo mejorar la eficiencia productiva, mejorar la competitividad del mercado interno y controlar los precios internos. Al mismo tiempo, se redefinió el rol y las funciones del Estado, lo que redujo en gran medida sus actividades de producción e intervención, y le dio al mercado la función de asignar recursos; la estabilidad de precios se ha convertido en una condición indispensable para el desarrollo económico, superando el control fiscal y cambiario. Finalmente, promueve una mayor eficiencia económica, promueve la competencia en el mercado interno, elimina barreras al ingreso de bienes y proveedores y elimina subsidios.