Esta nueva fase de la sociedad de consumo, sumada a la base del consumo material, supone una extensión e intensificación de un entorno de medios tecnológicos para el consumo masivo de imágenes del mundo (la fotografía,
el cine, la radio y la televisión, internet, la música y los vídeos digitales, los libros electrónicos, las redes sociales en línea, en el móvil, etc.), así como la creación de un nuevo entorno digital en el que todo puede ser digitalizado y convertido en información, o en el que esta tiene el poder de materializarse en casi todo.
El mundo mediático es ahora parte fundamental de la sociedad de consumo, es su entorno primario. Sin la publicidad digital, el telemercadeo, las campañas políticas, los spots, las fake news, etc., no es posible vender ni
comprar nada: ni ideas ni cosas. Pero sin el mundo de la imagen no es posible tampoco entrar en la dinámica de la ley del deseo satisfecho/insatisfecho y convertirse en un consumidor enganchado a las redes sociales. Nos hemos quedado indefensos ante el crecimiento de este nuevo poder tecnológico, la iconocracia, que representa un medio ambiguo y peligroso, como todo poder. Como dice Christopher John Müller, debemos ser conscientes de que nuestros smartphones son las armas nucleares del presente: pueden ocasionar estallidos sociales, suicidios y homicidios por doquier, basta con apretar “enviar” o seleccionar el “me gusta”.