Aunque la duda parece haber eliminado todos nuestros conocimientos, incluidos los matemáticos, en el acto mismo de dudar aparece algo que resiste cualquier duda: si el sujeto duda, es que piensa, y, si piensa, es que existe. «Pienso, luego existo» (“Cogito, ergo sum”) es la primera certeza indubitable de la metafísica. Sugiere como regla general que todo aquello que percibimos con claridad y distinción es verdadero.