La educación, además de ser un derecho humano fundamental, es un factor esencial y, en un plano más general, alcanzar el objetivo primordial de mitigar la pobreza. En los países latinoamericanos (América Latina y el Caribe) hay todavía 40 millones de adultos que carecen de los instrumentos de aprendizaje básicos para adoptar decisiones con pleno conocimiento de causa y participar de lleno en el desarrollo de sus sociedades. Para los gobiernos, la tarea de afrontar el desafío que plantea la educación no sólo es un imperativo moral, sino también una necesidad para el desarrollo. Esa tarea exige redoblar los esfuerzos para extender la educación y mejorar su calidad, ofreciendo a los jóvenes y los adultos más posibilidades de aprendizaje y fomentando entornos propicios a la alfabetización.