Enron Corp., en diciembre del 2001 se convirtió en la bancarrota más grande de la historia estadounidense, su quiebra no fue producto solamente por prácticas contables impropias, aunque influyó; También fracasó porque tenía una cultura organizacional tal, que alentaba a los ejecutivos a conductas inmorales. A finales de la década de 1990, durante el auge de Enron, la prensa la elogiaba por su cultura emprendedora, inteligente, creativa y dispuesta a correr riesgos. Pero en la investigación se conoció otra cultura con un afán desmedido de aumento de ganancias y de iniciativa individual. No premiaba las ideas nuevas, la compañía fomentaba argumentos falsos o inmorales. Por ejemplo, presionaba a los ejecutivos para que cumplieran con sus cifras, ejercía poco sustento sobre la manera de conseguir esas cifras y se imponía una cultura de obediencia ciega. Los empleados tenían miedo de cuestionar sobre las prácticas inadecuadas, pues pensaban que podía afectarles si lo hacían, en sus evaluaciones de desempeño, y en el monto de sus bonos. Se decía que el director ejecutivo, Jeff Skilling quien ideó la cultura descarada de Enron, expresaba que “lo único importante es el dinero. Con el dinero se compra la lealtad”. En quinto lugar, se suponía que los administradores estaban calificados para trabajar en equipo; pero sin embargo, la cultura giraba alrededor de empleados “brillantes” y se le daba poca importancia a trabajar en equipos. La organización remuneraba a las personas muy competitivas que no compartían el poder, la autoridad o información. Por último, la compañía daba siempre esperanzas optimistas desmedidas de crecimiento, lo que obligaba a los ejecutivos conseguir los medios para cumplirlas. “Uno siempre tenía algún director expresando que lo importante era el precio de las acciones y que dependía de las ganancias. Un ex empleado sintetizó que Enron tenía una cultura de: “Si el jefe falseaba y uno no había trabajado en otro lado, se suponía que todos falseaban las ganancias. Era fácil decirse, “bueno si todos lo hacen, quizá no sea malo”.