Immanuel Kant fue bautizado como Emanuel, pero cambió su nombre a Immanuel tras aprender hebreo a sus 20 años de edad. Fue a el cuarto de nueve hermanos, de los cuales solo cinco alcanzaron la adolescencia. Pasó su vida entera dentro o en los alrededores de su ciudad natal, la capital de Prusia Oriental en esa época, sin viajar jamás más allá de 150 km de Königsberg. Su padre, Johann Georg Kant (1682-1746), fue un artesano alemán de Memel, en aquel tiempo la ciudad más al noreste de Prusia. Su madre Anna Regina Reuter (1697-1737), nacida en Núremberg, era la hija de un fabricante alemán de sillas de montar. En su juventud, Kant fue un estudiante constante, aunque no espectacular. Creció en un hogar pietista que ponía énfasis en una intensa devoción religiosa, la humildad personal y una interpretación literal de la Biblia. Por consiguiente, Kant recibió una educación tan severa —estricta, punitiva, disciplinaria, polarizada y excluyente— que favorecía la enseñanza del latín y la religión por encima de las matemáticas y las ciencias.
A la edad de cuarenta y seis años, Kant era un conocido erudito y un filósofo cada vez más influyente. Se esperaba mucho de él.
Cerca de la tumba de Kant se halla una placa con la siguiente inscripción en alemán y ruso, tomada de la «Conclusión» de Crítica de la razón práctica: «Dos cosas me llenan la mente con un siempre renovado y acrecentado asombro y admiración por mucho que continuamente reflexione sobre ellas: el firmamento estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí».
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