Lo que debemos en primer lugar a nuestros padres, es
decir, amor, agradecimiento y respeto, tiene que regular
también nuestra relación con las personas que nos dirigen y están a nuestro servicio. Hay muchas personas que
representan para nosotros una autoridad natural y buena, otorgada por Dios: padres adoptivos o de acogida,
parientes mayores y antepasados, educadores, maestros,
empleadores, superiores. A ellos debemos honrarlos justamente en el cuarto mandamiento. Este mandamiento
nos indica incluso, en un sentido más amplio, nuestras
obligaciones ciudadanas frente al Estado.