Hacia 1850, cuando los trabajos del ferrocarril transístmico se iniciaron por la Compañía de Stephens- Chauncey-Thatcher, y que terminaron en enero de 1855, nadie volvió a pensar, nunca más, en las otras rutas, pues el camino de hierro, con todas las comodidades, su rapidez y seguridad para terminar el cruce (dos horas), hacía que cualquier competencia se tornara impensable.