Conviene enfatizar, por otro lado, que Jesús era un campesino, artesano, seglar y caritativo. No era un sacerdote, ni un rabí, ni un levita, ni un fariseo, ni un escriba. Las exigencias de la vida le ha llevado a compulsar dos experiencias distintas: la de la razón y la de la fe. Su peculiar situación de migrante laboral le ha llevado a evaluar su trabajo, a mirarse a sí mismo, a proyectar su existencia y elegir en el estrecho horizonte de posibilidades de su realidad y su tiempo.