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CAPÍTULO II LA CALLE Y LA PLAZA - Coggle Diagram
CAPÍTULO II LA CALLE Y LA PLAZA
Hombres y mujeres vestidos de acuerdo con su condición étnica y social circulaban por la plaza
Casi todos los varones indios, mestizos y mulatos se adaptaron muy pronto a las modas españolas.
En una sociedad de analfabetas, el pregón era un eficaz medio publicitario y de comunicación.
El término plaza se utiliza desde entonces como sinónimo de mercado.
El Baratillo era la principal zona de abasto de artículos no comestibles para los pobres.
Al ponerse el sol, el ámbito urbano transformaba su fisionomía el comercio de mercancías era entonces sustituido por el de los cuerpos
Para la sociedad virreinal dispuesta a aceptar cualquier tipo de comercio en sus calles excepto este, el escarnio público era un castigo peor que la cárcel.
Además de la plaza mayor, había otros dos lugares para ajusticiar a los condenados y a los homosexuales, la hoguera.
El castigo de la prostitución pública es solo una muestra de la fuerte presencia de los valores cristianos en todos los aspectos de la vida.
El Santo Oficio de la Inquisición, encargado de castigar los delitos contra la fe y la Sala del Crimen de la Audiencia, cuya función era juzgar a los delincuentes comunes.
Las penas aplicadas a estos individuos, según la gravedad de sus faltas, iban desde los azotes y el escarnio público hasta la muerte.
Las penas aplicadas a estos individuos, según la gravedad de sus faltas, iban desde los azotes y el escarnio público hasta la muerte.
No existía en esa sociedad lo que nosotros llamamos a igual delito igual pena, pues el castigo se imponía en relación con la calidad de las personas.
Los ajusticiados o castigados eran gente pobre y de color, pues los delincuentes españoles y aristócratas no podían exponerse al escarnio público por ser ejemplos y modelos sociales.
El escarnio público y los azotes eran lo más común.
Las Filipinas era hacía donde se dirigían cada año cerca de cuarenta condenados y el destierro.
Antes del castigo se realizaba un gran acto teatral conocido como auto general de fe a menudo mucho más importante que la misma ejecución de las sentencias.
Se hacía desfilar a los reos descalzos y revestidos con las insignias de sus delitos, la lectura de las sentencias, la abjuración solemne, la reconciliación y el arrepentimiento eran los principales actos de este rito.
Los asesinos se retraían a menudo a los atrios de las iglesias para burlar la justicia y hacían uso temporalmente del medieval derecho de asilo.
En la muerte como en la vida eran notorios los niveles sociales y económicos.
Un hecho excepcional eran las exequias de un virrey o de un arzobispo, de las que solo hubo cuatro en la época que trata la lectura.
Fueron muchos los que se convirtieron, perturbados por esas procesiones, en las que no podían participar mujeres para evitar escándalos.
Eclipses y cometas anunciaban catástrofes ante las cuales el hombre era impotente, su único recurso era acudir a Dios y a sus santos en busca de protección.
Desde la perspectiva de las autoridades, es decir desde el ámbito oficial , la fiesta era uno de los mejores medios de control de las masas.
El viejo adagio romano "al pueblo pan y circo" define muy bien esta primera función de la fiesta: evitar la rebelión por medio del entretenimiento.
Sor Juana participó en varios de esos certámenes usando un seudónimo, aunque en su carácter de religiosa nunca asistió a las ceremonias de entrega de premios.
Organizadores y participantes dedicaban enormes esfuerzos para que las fiestas fueran lúcidas con el único pago de una promesa de vida eterna, del reconocimiento delas autoridades, del gusto por el deber cumplido o simplemente de unas horas de diversión.
La desigualdad y la inmovilidad sociales eran consideradas no solo elementos útiles, sino también cualidades impuestas por Dios tanto al hombre como al universo.
Con la fiesta se aseguraba la permanencia de las masas urbanas dentro del orden jerárquico considerado como sangrado.
La Iglesia y el Estado, instituciones interesadas en la conservación del orden social, los principales promotores de fiestas y celebraciones.
Entre las fiestas litúrgicas la de Corpus Christi era sin duda la que más importancia tenía.
Lo más importante era la espectacularidad con la que se pretendía hacer presentes a los habitantes de Nueva España a sus distantes reyes.
Más importantes que las fiestas corporativas eran las organizadas por las autoridades civiles, emanadas del poder público, estas celebraciones exaltaban la monarquía española, su grandeza y solidez.
En las fiestas era muy importante seguir un esquema tradicional que no podía variar de un año a otro. Algo fundamental era que la procesión siguiera siempre la misma ruta.
Cuando esta tradición se rompía, las consecuencias podían ser graves para quien causara tales cambios.
Existía la necesidad de conservar la tradición sin cambio alguno, pues eso dava seguridad a la sociedad y permitía mostrar que el orden establecido era inamovible.