En el campo del patrimonio cualquier objeto puede convertirse en un sólido “referente patrimonial”, sobre todo si cuenta con un discurso sugerente que plantee interrogantes, cautive y sepa transmitir. No hay límites a la imaginación y el patrimonio por definición es un espacio de imaginación. Así que, casi todo puede ser objeto de interés “patrimonial”, en tanto para el ser humano, sus productos, artefactos, o logros guardan valor y no hay forma, ni autoridad competente que pueda decidir sobre ello como sustituto de los intereses y valores que otorgan las propias comunidades, aunque en la realidad se encuentran prácticas a través de las cuales el Estado se arroga dicha autoridad.
Aquello que los estudiosos denominan otredad, es un espacio cultural que facilita el posicionamiento de unas identidades frente a otras, por ejemplo, en el contexto colombiano, puede decirse que las identidades caribeñas se definen desde la otredad, frente al espejo de las identidades andinas.
La fórmula más utilizada para esta representación es la relación: territorio–memoria–patrimonio–identidad.