Ocurre que para acceder al Jesús de la historia, al margen de compromisos cristianos o eclesiales, requerimos, por una parte, ampliar el concepto de filosofía, de tal manera que abarque no solo lo que el nazareno pensó y dijo sino también lo que hizo para transformar su pensamiento en realidad vivida, esclarecedora, crítica, revalorizadora y coherente por la cual podía, incluso morir; y, por otra parte, requerimos un “compromiso existencial” con Jesús, que nos permita verlo y entenderlo tanto en la trama de su tiempo como en su significado para la vida de hoy.