El sistema feudal tiene sus antecedentes en el siglo V, al caer el Imperio Romano. Ante la imposibilidad del Emperador de poder controlar todas sus provincias, sumado a las constantes incursiones bárbaras, provocó que el Imperio necesitara gente para defender sus fronteras y contrataran caballeros o nobles (precursores del modelo señor feudal), los cuales debían contratar a vasallos, villanos, etc.
El cambio de un Imperio como fue el Romano, a la Edad Media, no sólo trajo un nuevo sistema político o administrativo, sino que fue el surgimiento de un nuevo sistema de organización basado en el vasallaje y en el servilismo.
Con la caída del Imperio, Europa se encontraba con un vació de poder. El rey ya carecía de poder político y se mantenía gracias a los pactos firmados con los grandes señores.
La Iglesia Católica aprovecha la fragilidad de los reyes y el poder de los grandes señores, por lo que a estos últimos les otorga el don divino que les faltaba. Los prelados y señores se convierten en Jefes Sociales y reciben el poder de Dios.
Así, la Iglesia Católica contaba con su propio apoyo y ejército a cambio de protección divina, gracias a una serie de Juramentos que debían renovarse cada generación.
Solo el Papa, como representante de Dios en la Tierra, era quien podía sancionar o destituir al rey. Por ello, en innumerables ocasiones, era el clérigo el que tomaba las decisiones y no propiamente el rey.
Se impuso el cristianismo a través del poder influyente de la iglesia católica, de hecho, solo quienes formaban parte del clérigo tenía derecho a diversos conocimientos culturales.