Toda sociedad tiene una organización. Hay una estructura social en la que se generan las reglas (normativas) y los comportamientos (individualismo, solidaridad). Esa estructura social presenta hoy, más que una división en clases, una división por estatus. Nuestra sociedad, además de satisfacer las necesidades básicas, “necesita” satisfacer deseos de confort y de prestigio (estatus).
Este comportamiento incide en la estructura social. Mientras las escalas de valores tradicionales integraban a la sociedad, la actual búsqueda de estatus la hace cada vez más individualista; el individualismo y la competencia se imponen como valores sociales. La incentivación de ese individualismo sumado a la debilitación de los roles sociales del Estado, resquebraja el tejido social y desintegra las redes solidarias, dejando a cada persona librada a su propia suerte.